Resumen artículo
En ocasiones anteriores he tenido la oportunidad de explicar mis reservas ante el uso acrítico del término comunidad que se hace en el trabajo social y otras disciplinas vecinas. A estas alturas no es necesario seguir insistiendo en su imprecisión conceptual, que constituye una buena prueba de que una palabra no es un concepto aunque los conceptos sean expresados mediante palabras. Bastará recordar el clásico trabajo de Hillery (1955), quien tras analizar 94 definiciones del término comunidad, llegó a la pobre conclusión de que aparte del concepto de que la gente vive en comunidad, no existe un acuerdo total referente a la naturaleza de la comunidad. Para llegar a un callejon sin salida como este, en el que lo definido parece obligado a entrar en la definición, no valdría la pena darle más vueltas a un concepto tan escurridizo. Sin embargo, puede ser conveniente recuperar algunas ideas planteadas anteriormente, aunque sólo sea porque constituyen un punto de partida para desarrollar otros aspectos que nos han de conducir a interrogarnos sobre el papel marginal que tiene, aquí y ahora, el trabajo social comunitario. Como primer paso, debo reiterar que el uso convencional de los términos comunidad y comunitario, lejos de definir realidades y orientar la acción , me parece un factor de confusión que contribuye a dificultar el análisis y hace inconsistente cualquier propuesta que se fundamente, sin más, en la supuesta existencia de algo llamado comunidad.
Palabras Clave
trabajo social comunitario; comunidad; community; communitas
Referencia normalizada (para citas)
Canals, J. (1997). Buscando al trabajo comunitario entre community y communitas: apuntes sobre unos conceptos importados. Servicios Sociales y Política Social, 40, 85-90